25 de febrero de 2010

Un día de Cólera


"- Tenemos prisa, Rafael.
- Espera, te digo. Hay algo que no te he contado todavía. Ayer en el parque, hubo momentos extraños. Me sentía raro, ¿sabes?... Ajeno a todo cuanto no fuese aquella gente y aquellos cañones con los que nos esfrozábamos tanto...Era singular verlos a todos, las mujeres, los vecinos, los muchachos, pelear como lo hicieron ellos, sin munciones competentes(...)y a los franceses tres veces rechazados y hasta en una ocasión prisioneros...Que eran diez veces mas que nosotros, y no pensaron en fugarse cuando les tiramos el cañonazo, porque estaban más atónitos que vencidos...No sé si comprendes lo que quiero decir.
- Lo comprendo-sonríe el hermano-. Te sentías orgulloso, como yo lo estoy ahora de ti.
- Quizá sea la palabra. Orgullo...Me sentía así entre aquellos paisanos. Como una piedra de un muro, ¿entiendes?...Porque no nos rendimos, fíjate bien. No hubo capitulación porque Daoiz no quiso. No hubo más que una ola inmensa de franceses anegándonos hasta que no tuvimos con qué pelear. Dejamos de luchar sólo cuando nos inundaron, ¿ves lo que quiero decir?...Como se deshace y desmorona un muro después de haber aguantado muchas avenidas y torrentes y temporales, hasta que ya no puede más, y cede. (...)
-Piedras y muros-añade-. Por un momento parecíamos una nación...Una nación orgullosa e indomable. (...)
-Fue un espejismo, ya lo ves. No duró mucho.
Rafael de Arango sigue quieto, mirando la ventana por la que, como un gris presentimiento, entra la luz del 3 de Mayo de 1808.
-Nunca se sabe-murmura-. En realidad, nunca se sabe"


"Un día de cólera" de Arturo Pérez Reverte. Editorial Alfaguara

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